Cualquier desequilibrio nutricional afecta a la competencia del
sistema inmunitario en mayor o menor medida. Las enfermedades crónicas
asociadas con hábitos de vida modernos están, por lo general, relacionadas con
un mal funcionamiento del sistema inmunológico. El primer eslabón en este campo
son los inmunonutrientes, pero el desarrollo de los alimentos funcionales ha
abierto nuevas posibilidades.
El estudio
de la relación entre el estado nutricional y el sistema inmunitario es un tema
complejo. Se puede considerar el déficit nutricional como una
causa primaria del déficit inmunitario, ya que este se ve modificado en todas sus
facetas.
Se ha
observado una relación directa entre la alteración de la respuesta inmunitaria
y la reducción de la ingesta de micronutrientes. Por otra parte, el aporte excesivo de determinados micronutrientes se asocia con valores de análisis inmunológicos alterados.
Asimismo, se
ha demostrado que las pruebas de inmunocompetencia son útiles para valorar
tanto las necesidades fisiológicas como la seguridad de los aportes en
micronutrientes. Además, el grado de inmunocompetencia está relacionado con el tipo de nutriente implicado, sus
interacciones con otros nutrientes esenciales, la gravedad del déficit, la
presencia de enfermedades concomitantes y la edad del sujeto.
El concepto de nutrición, entendido como la administración de
calorías, proteínas y oligoelementos para mantener la función del organismo, ha
pasado a la historia.
Los alimentos se componen de nutrientes que no solo se entienden
como aquellas sustancias asimilables que permiten al organismo obtener energía,
construir y reparar tejidos y regular los procesos metabólicos, sino que son
sustancias, además, capaces de incidir en las funciones fisiológicas del
individuo como el sistema inmunitario jugando un papel fundamental en el campo
de la prevención de enfermedades.
Inmunonutrientes
La inmunonutrición en un sentido estricto se entiende como la
administración de determinados nutrientes o fármaconutrientes mediante la conformación
de las llamadas dietas organoespecíficas.
La
administración es enteral o parenteral y se dirige a pacientes politraumatizados, en
terapia intensiva o con cáncer de tubo digestivo. Se trata de mejorar el
estado nutricional del paciente y la respuesta inmunológica.
Los inmunonutrientes propiamente dichos se utilizan en la
inmunomodulación, manteniendo el buen funcionamiento del epitelio intestinal y
del tejido linfoide asociado al intestino, y mejorando la función de las
células T.
Los principales
inmunonutrientes que se conocen son: la glutamina, la arginina, los
ácidos grasos omega-3 y los ácidos nucleicos. Sus efectos se recogen en
la tabla 1.
Tabla
1. Efectos de los inmunonutrientes
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Inmunonutriente
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Efecto
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Arginina
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Antihipertensivo
·
Mejora la cicatrización y la espermatogénesis
·
Aumenta la perfusión miocárdica, el flujo cerebral, las
capacidades cognoscitivas y la perfusión a áreas isquémicas
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Glutamina
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·
Aumenta la resistencia a las infecciones
·
Reduce los días de estancia hospitalaria
·
Mejora la supervivencia en pacientes sometidos a terapia
intensiva
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Ácidos
grasos omega-3
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·
Disminuyen los índices de infarto miocárdico y la
aterosclerosis
·
Mejoran la nefropatía por IgA, el lupus eritematoso
sistémico, la artritis reumatoide, la enfermedad inflamatoria intestinal y la
diabetes
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Nucleótidos
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·
Promueven la síntesis de ARN y ADN para los compuestos
transportadores de energía
·
Promueven el crecimiento de la flora bacteriana normal
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Alimentos funcionales
Se definen
los alimentos funcionales como aquellos que poseen la característica singular de que
alguno de sus componentes, sea o no nutriente, afecta a funciones diana del
organismo de manera específica y positiva y promueve un efecto fisiológico o psicológico más allá de su valor
nutritivo tradicional. En este sentido, los
alimentos funcionales pueden actuar modulando el sistema inmunológico y, por
tanto, pueden tener un papel en la inmunonutrición. La tabla 2 recoge las características
principales de los alimentos funcionales.
Tabla
2. Efectos de los inmunonutrientes
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·
Se crean para conseguir algún beneficio extra, por
eliminación, reducción, incremento o adición de algún componente.
·
Una vez ingeridos, deben producir en el organismo una
función específica que permita la regulación de algún proceso corporal
concreto: reforzar los mecanismos biológicos de defensa, prevenir alguna
enfermedad específica, controlar las condiciones físicas y mentales, retrasar
los procesos de envejecimiento y facilitar la recuperación de alguna
enfermedad concreta.
·
Son, en general, alimentos clásicos que llevan
incorporados, sustituidos o modificados determinados componentes o
ingredientes, siempre con un claro efecto beneficioso para la salud.
·
Deben consumirse en las cantidades normales que cabría
esperar en la dieta, con el fin de complementar la función nutritiva de ésta.
·
Su presentación es siempre la de un alimento, sin modificar
sus características esenciales.
·
Se destinan a la población general que desea preservar y
potenciar la salud.
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En el sistema inmunitario, los alimentos funcionales actúan
mejorando el ecosistema intestinal, influyendo tanto en la macrobiota como en
el sistema inmunológico asociado a la mucosa intestinal.
Un alimento funcional puede ser un alimento natural o modificado,
o una combinación de ambos.
Entre los ingredientes principales de este tipo de alimentos
encontramos: fibra dietética, oligosacáridos, azúcares-alcohol (sorbitol,
lactitol, maltitol), péptidos y proteínas, carotenoides, polifenoles,
vitaminas, lecitinas, colina, minerales, ácidos grasos poliinsaturados,
fitoestrógenos, ácido fítico, glucosinatos, bacterias acidolácticas o
probióticos, y prebióticos.
Autor: Redacción
Referencias: Adaptado de “La
incidencia de la nutrición en el sistema inmunológico” por María Rafaela Rosas (Licenciada en Farmacia y en Ciencia y
Tecnología de los Alimentos). Artículo original publicado en el nº
41 de la revista Innova (octubre 2014).
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